9.7.10

La gran mentira: Steve Redwood

Sí, sí, me refiero a la Semana Negra. No es lo que parece. Es un complot para reunir a las mentes criminales más retorcidas del mundo, y sujetarlas a una especie de hipnotismo para que un día Los Titiriteros (y ya sé quienes son) chasqueen los dedos y tiren de las cuerdas, y como zombis estos ‘invitados’ se pongan a cometer los crímenes más atroces de la historia.

¿Creéis que estoy loco? Tengo pruebas. Muchas. Mis propios recuerdos, de 2008, son la prueba culminante. Lo que ‘recuerdo’ simplemente ¡no podría haber ocurrido!

El Tren Negro. ¡¡Un espejismo!! Detalles delatadores: en serio creéis que los vigilantes de RENFE dejarían entrar en un tren a una horda tan amenazante de rabiosos delincuentes? ‘Recuerdo’ que había una rueda de prensa en el mismo tren, y que me preguntaron a mi mis planes. ¡A mí! Un pez tan flaco que incluso las gambas no se molestan en comerme. La parada en Mieres. Gaiteros torturando sus pulmones mientras desfilamos por un puente como reyes. Imposible: no estamos en tiempos de Shelley, el loco ese que creía que los poetas eran los legisladores del mundo. Hoy en día, cualquier gaitero que se valiera empujaría a un escritor confieso al río! Fue sólo un sueño. La estación de Gijón – más músicos, una recepción con el mismísimo alcalde. Nada de eso es posible. Sueños inducidos de grandeza.

Hotel Don Manuel. ¡Tantos ‘recuerdos’! ¡Las mañanas, el bar o la terraza llenos de famosos que dejan que les tutees o les compres unas cañitas! Todo el día, escritores y soldados de plomo y dibujantes y periodistas (¡¡e incluso gente normal y corriente!!) pasando, charlando, cantando, emborrachando, planificando “murder most foul” en sus libros. ‘Recuerdo’ a un par de italianos majísimos (chico y chica, no ‘recuerdo’ sus nombres) haciendo entrevistas a todo el mundo, incluso al pez diminuto de ojos como platillos volantes que era yo, a una periodista de Valencia (¿Noelia?) mostrando interés por las ‘obras’ submarinas de este mismo pez … ¡Eso es lo que tenían en mente los revolucionarios franceses de 1789 – liberté, égalité, fraternité, y un poco de lluvia!

Las carpas de presentaciones. ¿Cuatro carcas sorbiendo agua mineral detrás de una mesa, induciendo sueño en los diez canosos oyentes y hablando interminablemente de la ‘gran importancia’ de sus obras…? De eso, nada. Cientos de personas, muchas de ellas gente en vacaciones, unos un poco borrachos, todos de buen humor, normal, que han entrado a ver qué pasaba. Enfrente, los fans, los lectores, disfrutando de la vida ‘real’ de Gijón y a la vez escuchando a los que les han regalado colores vibrantes a sus pesadillas, alas a sus imaginaciones... ¡Un ‘cocktail’ después’ y palabras de cortesía? ¡¡Ni hablar!! A veces el sonido de la gente bebiendo ahoga las palabras de los escritores – y eso, precisamente eso, es lo que da una magia a la cosa. O daría, si no fuera todo una alucinación…

Los visitantes a la SN. Se cifran en un millón. ¡Imposible! Se sabe a ciencia cierta que el ruido de sólo 100 españoles (¡¡o 69 argentinos!!) reunidos y algo bebidos es suficiente como para hacer temblar la tierra, o colapsar las carpas. Es un hecho probado que sólo un español puede aplaudir ruidosamente con una mano (los sufis no saben nada). ¿¿Un millón?? No, no, todo es espejismo. Sólo hay los conspiradores y nosotros, las víctimas…

Otros ‘recuerdos’ implantados… Librerías alrededor del Don Manuel, donde entraban sigilosamente los autores menos conocidos para sacar sus libros de los rincones perdidos para ponerlos encima de las pilas enormes de los malditos famosos. En mi caso, por lo general, mi libro sólo necesitaba media hora para llegar de nuevo al pie de la pila. La competencia era feroz.

George RR Martin. Que yo sepa nunca dejó de comer ni un minuto, pero firmó miles de libros y eligió en la espicha a la chica (de ocho competidores, todas monísimas) que mejor se había disfrazada como una personaje suya de su saga de hielo y fuego. Ningún ser humano puede comer sin parar y a la vez escribir como mil páginas al día – si no es hipnotizado.

Dos personajes particularmente siniestros patrullaron el Don Manuel, sicarios de Los Organizadores, supongo para estar seguros de que nadie se enterara de lo que realmente pasaba. Un tipo barbudo, que se hace llamar Carlos Salem, escondiendo el 666 marcado con fuego del infierno en su cráneo con una especie de paño o solideo negro, decía haber escrito una novela negra sobre un asesino en un campo nudista y otra sobre una hormiga, una cabra, y el mismísimo Rey de España disfrazado de mariachi que cuenta malos chistes. (¡¡Sí, sí, así de guasa fue el tío!! ¿¿Quién leería tales chorradas?? Creo que ese agente de los Amos andaba por ahí para asegurarse de que habíamos dejado de pensar.) Noté que la clientela del Don Manuel menguaba conforme pasaron los días… El otro, Miguel Cane, daba incluso más miedo por su aparente inocuidad. Se paseaba con lo que a primera vista parecía ser una perrita con el nombre de Audrey, y me hizo recordar al jefe de SPECTRE en los pelis de James Bond. Luego, me di cuenta que posiblemente esta criatura fue precisamente uno de los alienígenas que habían montado todo eso – es verdad que en La guía del autostopista de la galaxia de Douglas Adams aprendimos que eran los ratones los que eran los verdaderos dueños del mundo, pero creo que eso fue una farol: la tal Audrey tenía pinta de asesina de civilizaciones enteras.

Cometieron otros errores. Por ejemplo, Diego el traductor. Claramente de otro planeta. Ningún ser humano puede escuchar a un escritor canadiense o norteamericano hablar 15 minutos, y después reproducir el contenido palabra por palabra, incluso tono por tono, de su discurso.

¿Y cómo puede ser verdad que cierto escritor sureño bastante famoso leyera en voz alta a orillas del mar sus propias poesías para engatusar a una inocente francesita..? No, no, sueños sobre sueños…

Una vez, los cerebros no humanos detrás de todo eso se revelaron descaradamente. Hubo una mesa redonda sobre - ¡os lo imagináis! – Monstruos, y un grupo de personas repitieron una y otra vez que “los monstruos somos nosotros”. Incluso ahora cuando recuerdo las caras intensas de los tertulianos empiezo a temblar…

Vale, decís, y según tú, quién estará detrás de todo eso??

Admito que al principio sospeché de los de Asturcon (los escritores de la CF, fantasía, etc.). A fin de cuentas son lo suficientemente estrafalarios como para ser ellos mismos unos alienígenas. Pero ahora me inclino por pensar que no, que son un red herring: un ardid para distraernos de la espeluznante verdad, unas personas inocentes, amables, inofensivas, un poco chifladas, puestas allí como unas buenas fresas sonrojadas para esconder la fruta podrida en el fondo en la cesta.

¿¿¿¿¿¿¿¿Esconder???????? No, aquí está el truco, ¡¡¡los verdaderos criminales no se esconden!!! Han aprendido de La carta robada de Poe. La verdad es tan obvia, tan irónica... Los titiriteros se muestran como tal. ¡¡Los organizadores.!! ¡Son alienígenas! No me cabe la menor duda. Pensad un poco. ¿No recordáis haber visto a Elia, a Cristina, a Marisa, a Paco, a muchos más, en cinco lugares distintos AL MISMO TIEMPO? ¿Presentando a mil autores a la vez en carpas diferentes? ¿Las primeras dos escondidas en sendas nubes de humo (por aquel entonces no se habían deshecho de su vicio de fumar)? Un amigo mío cree que manipulan el tiempo, que lo paran para los demás, cambian de lugar, arrancan el tiempo otra vez, y nosotros elegimos creer que se han podido mover más rápido que Rajoy eludiendo una pregunta directa sobre sus planes para la economía. Pero yo digo que si fuera así, nada más empezar de nuevo el tiempo, todo el mundo correría en tropel a los servicios, porque es obvio que si bebes diez cañas (lo que en la SN equivale a ser abstemio) y el tiempo se para tres horas, el líquido bebido habrá tenido tiempo (aunque no hay tiempo: no me miréis a mí, pregunta a los asturconianos) más que suficiente para mosquear y mucho a las atribuladas uretras. Como he dicho antes, no creo que cambien el tiempo, sino que simplemente nos hipnotizan.

Claro, al darme cuenta de lo que pasaba, tenía mucho miedo a volver al año siguiente y tuve que fingir que había dañado la espalda poniéndome un calcetín para no volver a poner mi cabeza en la soga en 2009.

Este año, no sé como las voy a arreglar. Mi buena amiga Espe, como favor personal, ha propiciado una huelga en el Metro de Madrid, espero con esa treta salvar el pellejo aduciendo que no puedo llegar a la Estación Negra…

Pero, no. Sé que me estoy engañando. Sé que voy a ir, que tengo que ir, que me atrae una fuerza más potente que mí simple deseo de sobrevivir. La última prueba de lo que voy diciendo, de que estamos hechizados, esclavizados. Sí, Carlos, todos los caminos son de ida, no hay retorno posible. Los Alienígenas Negros llaman, y no hay nadie que pueda resistir.

Como le dijo el Capitán Oates al Capitán Scott en 1912: “I am just going outside and may be some time.”