11.7.10

Despego a duras penas...: Diego García Cruz

Despego a duras penas un ojo y entreveo la hora en el móvil, que no deja de sonar. Las 10:40. Bien, hoy voy sobrado de tiempo.

Veinte minutos más tarde, duchado y más o menos presentable, acabo de engullir una tostada en la barra del Don Manuel mientras a mi alrededor se produce el primer estallido de energía del día: el director acaba de entrar y los periodistas siguen ya su estela camino de la rueda de prensa. Hoy tocan 4 autores, así que va a ser larga.

La mesa está ya cubierta de micros, y los ojos curiosos de un par de cámaras nos vigilan mientras nos sentamos. Paco I. Taibo II se lanza, casi sin solución de continuidad, a presentar a los invitados y a mí, como siempre, me cuesta no reírme en ocasiones mientras trato de traducir al oído del invitado la incontenible verborrea del director. En ese preciso momento sé que va a ser un buen día…

Dos horas más tarde salimos a de nuevo a la luz del sol y veo multitud de rostros conocidos enzarzados en intensas conversaciones y a un par de novatos que empiezan a soltarse y a tener menos cara de perdidos. Vuelvo a sonreír y acabo sentado en una mesa en la terraza, charlando a la vez sobre Julio Verne, Sheridan LeFanu y el juego del Barça.

Gravito hacia alguno de los sospechosos habituales y a la media hora estamos comiendo en una mesa multitudinaria, envueltos en una intensa cacofonía de títulos de novelas, análisis sociológicos improvisados, teorías descabelladas y gritos a la camarera. El café tarda en llegar y lo abandono a su suerte mientras me dirijo hacia el trenecito.

A eso de las 17 llego al recinto, que empieza a desperezarse. Me dirijo a la carpa y me preparo para la primera charla de la tarde. Una hora y media y dos Pepsis después tengo la sensación de que entiendo un poco mejor el origen y desarrollo de Mayo del ’68. Gran orador el que acabo de traducir, de los que te dejan con buen sabor de boca…

Remoloneo un poco y me quedo a escuchar un debate sobre autómatas contra zombies en la novela histórica ambientada en el mundo del deporte (o algo así) y aprovecho la media hora que tengo libre hasta la siguiente mesa redonda para ir a comprar el par de tebeos localizados el día anterior en un puesto un poco alejado. La tarde sigue su curso y me lleva a sentarme junto a uno de los grandes de la novela de fantasía. Acabo un poco cansado y aprovecho para quedarme un rato a solas y relajarme en medio de la multitud que me arrulla como la corriente de un río. Hay que reponer fuerzas, que hoy cenaré en el recinto y asistiré a medianoche a la velada de poesía. Cuando termine, claro, caerán un par de copas o tres…

Las cinco de la mañana me sorprenden entrando sigilosamente en la habitación, tratando de no despertar al periodista francés con quien la comparto y que ronca ya plácidamente y a pierna suelta. Está a punto de acabar otro día más, un día único, un día cualquiera en la Semana Negra…