19.6.10

Gente: Javier Melón

Hace ya diez años que acudí a mi primera reunión de la Semana Negra. Era en los bajos del Molinón y estar allí era lo más parecido a entrar dentro de una chimenea de cualquier fundición.

Humo, mucho humo.

Recuerdo que las caras eran desconocidas y que la gente levantaba la mano cuando sonaban nombres de autores, yo, como buen primerizo, apenas me moví del sitio. Entre el “no sé que hacer” y la sensación de estar dentro de un horno, sí logré levantar la vista y ver la cara de Cristina Macia haciéndome un gesto como de “pero vamos, tío, que te quedas sin ninguno”.

Años más tarde vuelvo a esa reunión confiado, tranquilo y, eso sí, con los pulmones aún un poco asustados.

Han cambiado cosas a lo largo de estos años, amigos, libreros, lugares, dibujantes, fotógrafos, libros más vendidos, autores. Pero hay una cosa que no cambia: la gente, miles y miles de cabezas que, botando, se acercan, cotillean, se ríen, vienen con osos de peluche colgando debajo del brazo, con su bocadillo, su hamburguesa o su vaso de lo que sea, pero allí están, siempre. Esa gente es la que te da las alegrías y , por que no decirlo, las tardes amenas.

Desde que una señora me pidió un libro sobre alimentación para diabéticos, siempre llevo entre cinco y diez títulos de autoayuda. Otros son menos útiles, pero más interesantes: “¿Tienes el de Harry Potter y el prisionero de Afganistán?” me preguntaba una madre con cara de desesperación. Recuerdo una de las tardes con autentico terror; acababa de terminar su exposición V. M. Manfredi, la carpa estaba reventar, era el año de su Alexandros y era un autor “superventas”. La gente, cual famélicos y actuales zombis, salió de la carpa en masa, brazos en alto buscando sus libros, la confusión era tal que llegué a vender libros de autores italianos que no eran Valerio, pero que estoy seguro que el firmó amablemente.

Los años han pasado y siempre he escuchado gente hablando de la “poca calidad cultural y literaria de la Semana Negra” y no me queda otra que encogerme de hombros y respirar hondo. Para una librería no hay mejor premio que ver a la gente cotillear entre libros, levantar uno y decir “me han dicho qué este está genial”, y lo crean o no, es una de las frases más escuchadas en la Semana Negra y lo crean o no, cuando los que dicen esa frase son quinceañeros vestidos con ropa seis veces más grande y llenos de agujeros en su cara, a mi, sinceramente, me da igual que acaben en mi puesto con su bocata en la mano y por pura casualidad, siento que el nivel cultural y literario simplemente se dispara.

Sé lo que sería mi librería sin la Semana Negra, pero no tengo tan claro qué sería de Gijón sin ella y, por que no decirlo, viceversa.

Y sí, si me preguntan si tengo ganas de que lleguen esos diez días de julio, mi respuesta es sí, el ver a todos los amigos que están y sentir a los que ya no están, eso, queridos amigos, alegra el verano a cualquiera, autor, periodista, dibujante, fotógrafo o librero.